Lucir unos dientes blancos es una parte imprescindible de una bonita sonrisa. Unos dientes blancos son sinónimo de belleza, salud, juventud, vitalidad… por eso, cada día son más las personas que se preocupan por tener una dentadura blanca y brillante. Con el paso del tiempo y la acumulación de sarro en el esmalte, éste se va volviendo amarillo y pierde su color natural y original. Para recuperarlo, el mejor tratamiento es un blanqueamiento dental profesional.

El blanqueamiento consigue aclarar el color de los dientes y acercarlo a su color original, eliminando las manchas más superficiales. Los efectos de un blanqueamiento dental, y su duración, están directamente relacionados con los hábitos de higiene bucodental de cada paciente. Es evidente que, para mantener nuestros dientes blancos, limpios y sanos, es fundamental cepillarlos de 2 a 3 veces diarias y usar hilo dental y colutorio. Así, luchamos contra uno de los principales culpables de la pérdida de color del esmalte dental: la acumulación de sarro y placa bacteriana.

Pero tras un blanqueamiento, debemos tomar algunas precauciones para que sus efectos sean visibles durante más tiempo. Además de la higiene bucodental, debemos vigilar lo que comemos. Hay alimentos que tienen tendencia a manchar más los dientes que otros y se deben evitar las 24 o 48 horas posteriores a un blanqueamiento dental. No sólo el café o el vino, sino también el chocolate, las salsas, frutas de color y hortalizas como tomates y zanahorias. No es necesario eliminarlos de nuestra dieta pero si intentar no abusar de ellos. Durante las primeras horas es recomendable realizar una dieta blanca, basada en alimentos sin color como el arroz blanco, la pasta con queso o nata, las carnes blancas, el pescado blanco, lácteos…

Además, es recomendable reducir o eliminar hábitos como fumar. El tabaco mancha los dientes, volviéndolos amarillentos y más oscuros. Dejar de fumar, además de ser beneficioso para la salud y para la piel, también lo es para los dientes.