Nuestros dientes, como todo el cuerpo, cambian a lo largo de la vida. De hecho, nacemos sin dientes; al cabo de unos meses salen los primeros dientes de leche y, con el paso de los años, éstos caen y dan lugar a la dentadura definitiva. Es muy importante que durante todas estas etapas de la vida tengamos especial cuidado de nuestra salud e higiene bucodental. Desde pequeños, debemos tener unos hábitos y unas rutinas muy claras y cuidar de los dientes para que nos duren toda la vida.
Como hemos comentado, nuestra dentadura se va formando a medida que avanzamos en nuestro crecimiento y eso provoca que la morfología de nuestra boca y la colocación de las piezas dentales también cambien. Pero cuando los dientes definitivos ya se han asentado en su lugar, deben de mantenerse sanos y con buen aspecto. Si con el tiempo cambian su forma o color más de lo que podría ser normal por el envejecimiento, es señal que algo está pasando y, seguramente, no sea nada bueno.
Una deficiente higiene dental puede provocar que los dientes cambien de aspecto ya sea porque tengan manchas o hayan perdido su color original o bien porque hayan sido atacados por el sarro y la placa bacteriana. En el primer caso, se trata de un problema estético que se puede solucionar con tratamientos de blanqueamiento y una buena higiene. El segundo caso ya es más preocupante. La caries o las enfermedades de las encías pueden ser el inicio de infecciones dentales que pueden provocar la pérdida de la pieza o piezas dentales afectadas. Por eso, es muy importante acudir al odontólogo ante cualquier síntoma de molestia o dolencia dental para poder detectar cualquier anomalía e intervenir a tiempo.